18.10.18

Career day

Es un día en que se invita a los padres de familia a explicar ¿A qué se dedica tu papá/mamá?. Mentiría si dijera que desconocía la dinámica, prácticamente en todos los shows infantiles que trajeron de EUA en los 90’s lo mencionaban: Blossom, 3por3, Aprendiendo a Vivir (Boy Meets World), los Años Maravillosos, Aprendiendo a Vivir (Ready or Not), Salvados por la campana, Aprendiendo a vivir (Life Goes On), etc…
El pasado martes me tocó llegar temprano para mi exposición sobre mi trabajo como Ingeniero de Software para un público del que estoy seguro no hay manera de prepararse: menores de 4 años de edad. Y es que en cualquier entrevista de empleo donde hablamos de nuestra experiencia el entrevistador por lo menos conoce del proyecto, el área o de la industria en general. Aquí estaba una prueba diferente, los niños no conocen lo que es una industria, un área, ni siquiera un proyecto. ¿Cómo podría explicarles qué es lo que hago en mi trabajo?
Lo que me causaba nervios es que no sabía a qué nivel podría hablarles, qué cosas entenderían y qué cosas pasarían sobre sus cabezas sin dejar señal de haber sido escuchadas siquiera. Antes de comentar lo que hallé en el salón NB1 les comparto que Nancy y yo no podíamos quedarnos atrás en esfuerzo y preparamos un apoyo para hacer la plática interactiva. Siendo la ingeniería de software la médula de la plática, hacía sentido llevar alguna Tablet o laptop, las ideas se escalaron rápidamente a construir laptops de cartón con la página de la escuela en la pantalla falsa y que cada niño tuviera una. Fue super sencillo describir la propuesta en los pasados 3 renglones, construir los dispositivos con papel y pegamento no lo fue tanto.
Claro que terminamos casi de madrugada y dormimos poco; de la práctica de mi speech ni hablemos, apliqué lo que me ha funcionado hasta hoy: mantener 3 ideas breves de lo que quiero decir y rellenar el resto con adivinanzas y dinámicas de grupo “a ver qué se me ocurre”.
Al llegar al salón mi sorpresa fue tan grande como pequeños son los compañeros de mi hijo. No llevaba ni 2 metros dentro del salón cuando 3 niños corrieron hacia mí para rodearme de abrazos y esos agudos gritos que los papás sabemos interpretar como alegría y emoción. Batallé un poco para avanzar al frente del salón y en el camino saludar a Leo que se contuvo de abrazarme pues mis piernas estaban plagadas de diminutos desconocidos. La maestra les pidió volver a sentarse sobre el tapete frente al pizarrón electrónico y tomé mi lugar ante la audiencia.
Comencé con lo básico diciendo mi nombre, de quién soy papá y el nombre del trabajo que tengo. La adivinanza fue: ¿Adivinen quién es mi jefe? Tardé más en desenrollar el poster que ellos en gritar “¡Mickey Mouse!” cuando lo sostuve extendido, además de que cada uno gritaba nombres de series y amigos de Mickey, capté toda su atención. Buena idea.
Continué hablando sobre cómo hacemos para que exista la información en internet para que todos puedan revisar los horarios de los parques, los nombres de los juegos incluso de cómo usarlo para poner música y juegos en los celulares. A la mitad de la plática les fui entregando las laptops de cartón con un espacio en la pantalla para que ellos diseñaran su primera página de internet, su primer contenido de Mickey, Cars, Las Princesas o lo que ellos quisieran; los gritillos y saltos no se dejaron esperar y llenaron el salón de nuevo.
Creí que lo más importante es que entendieran que los contenidos son generados por y para humanos y que uno de los papás del salón forma parte de esa distribución; después de ser interrumpido en cada ejemplo que intenté explicar aprendí que la lección era completamente distinta: No es sobre lo que hacemos como papás, es que veamos lo que ellos hacen en el grupo, sus interacciones, sus amigos y compañeros, cómo aprenden, cómo preguntan y cómo descubren el mundo que les creamos; preguntando, gritando, interrumpiendo, participando y experimentando.
Retomando el punto, no estaba preparado para semejante audiencia, la más animada y participativa que he tenido. Al momento de despedirme me rodearon nuevamente ahora más niños que al principio, algunos recordaron darme las gracias de manera espontánea y llenaron mis brazos y piernas con abrazos tan honestos que aún puedo sentir la inocencia calentar mi recuerdo de ese día.

10.10.18

Ostin

Las mil palabras que guardamos en las fotos y videos del viaje dicen mucho, hablan de la perspectiva desde el ángulo de la cámara. Siento incluso que usa un tono frío, inerte y de corazón mecánico. Quizá ahora no llegue a escribir más de mil palabras pero las que sean llevarán el calor de la sangre que hirvió ese día.
Fuimos a Austin para el festival ACL y poder darle a nuestra hija el primer concierto de su vida; lo hicimos igual para nuestro hijo hace dos años para que escuchara a Radiohead en vivo y decidimos que la nena merecía un primer concierto igual de grande: Sir Paul McCartney. Nos gusta la música y la hemos incluído cada que podemos en los momentos importantes; nuestra luna de miel fue en parte para visitar Liverpool y obvio: The Cavern; no es sorpresa si les comento que el segundo nombre de Nena es “Michelle” y podrán deducir de dónde viene la idea.
Con esto en mente era imperativo que consiguiéramos boletos para ver a Paul y poder llevar a Nena para que lo escuchara, así de básica y sencilla era la propuesta; el desarrollo ya contó con más matices que llenarían varios estantes: entradas, visas, permisos, ahorros, habitaciones, casetas, estacionamientos, filas, etc; todo en repetidas ocasiones. Es posible que no lo recuerde, sin embargo nosotros podremos contarle (y lo haremos) del viaje que hicimos para ver a uno de los Beatles en vivo. Sir Paul no decepcionó, a pesar de sus 76 años dio un espectáculo del tamaño de una leyenda viva.
Creo que todo evento memorable cuenta con sus altibajos así pasó esa noche también con las canciones nuevas que no se han medido con la inclemente vara del tiempo; por otro lado las cumbres a las que nos elevó difícilmente hallarán comparación en cualquier otro concierto. Me quedo con 3 momentos inmejorables, de una vibración tan intensa que dudaría fueron reales de no ser por la cámara inanimada que lo presenció todo:
Primero el intro con a Hard day’s night, ambos bebés despiertos y bailando con toda la energía que les quedaba después de un largo día de viaje y festival, super adecuada.
Segundo y quizá el más trascendental de los momentos: Blackbird. Y es que por lo regular en los conciertos bailamos, gritamos y cantamos las canciones que nos emocionan. Blackbird no hizo eso, sino por el contrario una voz quebradiza y algo cansada acompañada de una solitaria guitarra pidieron paso entre miles de asistentes, obtuvieron la solemnidad y respeto que imponen las almas viejas, abarcaron el parque y abatieron el viento con sus notas y letras. Jamás viví un momento de silencio tan grande y atento a oír, escuchar y vivir una canción como ésa:
“Take these broken wings and learn to fly, All your life, you were only waiting to this moment to arise”.
Sublime, nada menos.

El tercer momento grande de la noche fue sin duda “Hey Jude”, el trasfondo de ser una canción de padre a hijo, el que yo pensara que Jude era hija (como Nena) durante mucho tiempo, y que tuviera un coro tan pegajoso se acumuló para quebrarme en dicha cuando oí entre la multitud que mi hija coreaba alegre el “nah nah nah nah”, en palabras llanas: Nena cantó junto a McCartney una canción, con gran agradecimiento a las coincidencias universales estoy convencido que nadie nos quitará ese instante. El festival duró dos días más pero lo más importante está descrito aquí.