22.6.11

La familia adoptiva

Sé que les debo el relato de la boda, que seguro ya no quedará tan chido como pudo estar si lo hubiera escrito en el calor del momento. Pero para que ese calor no se pierda, les platicaré de mi familia adoptiva en Los Ángeles.
Vine por cuestiones de trabajo a pasar unas 8 semanas acá, solo y sin compañeros de trabajo o conocidos. La aventura clásica “te vas a (X lado) por (X tiempo) y te toca conocer por ti mismo la ciudad, los negocios y los parques”. Jamás había vivido solo, salvo las vacaciones de mochilero por Europa en el 2008, pero aún así nunca había sido tanto tiempo así de golpe.
Tuitié acerca de la familia adoptiva. “El Chato” fue vecino de mis abuelos paternos previo a la década de los 80’s, se vino a trabajar acá e hizo vida, no tengo las fechas exactas de su paso por EUA, pero sus hijos son nacidos acá y el mayor tiene ya 40 años, compartimos fecha de cumpleaños. Lo que más me sorprendió es la calidez con la que fui recibido. Lo digo porque no son mi familia, no compartimos apellidos en ningún grado, el único lazo que comparto con ellos es la amistad que tuvieron con mi padre cuando fueron vecinos hace más de 30 años.
Yo ocupaba recomendaciones de lugares, gente con quién platicar en la cena sobre la vida, mis planes, el tiempo pasado y lo que implica el vivir lejos de casa. Con ellos lo encontré, como si fuera un sobrino más, “siempre hay una llave extra aquí, para cuando quieras venir, puedes abrir la casa y ver la tele o tomar algo de comida o no sé, esperarnos” es sin duda la frase que más me sorprendió haber escuchado. No sé cómo sean en las demás partes del mundo, pero dudo que existan lazos tan fuertes y de compañía como éstos en muchos lugares; 30 años y cerca de 2000 kilómetros después me topo a nuevas personas que son viejas amistades de alguien que se nos adelantó en el viaje. Pero que indudablemente a donde sea que vaya, siempre hay algo de él en la atmósfera.