Una década y contando
Publico esta historia tal cual la escribí hace 9 años, recuerdo que la había pulido pero se me ha perdido la versión 2. El chiste es que hoy (ayer) se cumplen 10 años exactos que esto sucedió y siempre encuentro algo sobrenatural cuando platico esta historia, concordancia con tiempos y bueh suficiente preámbulo. Aquí la dejo a su consideración:
“28 de Agosto”
La clase se torna aburrida, y he perdido el interés en lo que se dice, más que nada porque ya quiero salirme de éste salón, sólo espero el sonido de la alarma para ir hacia el mismo lugar al que me dirijo siempre, al salir de clase, hacia el punto de reunión de mis amigos y mío. Suena el timbre, la hora de clase ha terminado y cuando las últimas instrucciones de la maestra son dichas, me apresuro a llegar a las escaleras que están en aulas dos. Hoy tengo más prisa que de costumbre, tengo un encuentro planeado y estoy muy emocionado, he de conocer a una persona muy especial, lo sé.
¿Cómo estoy tan seguro de que semejante encuentro habrá de efectuarse? La verdad sólo confío en encontrarla, pero la idea de que lleguemos a platicar más de una hora me tiene muy emocionado. Llego al lugar acordado, las escaleras, yo suelo juntarme con mis amigos ahí, y ella acostumbra pasar por ahí, lo sé porque la he visto antes, la espero y para relajarme un poco platico con mis amigos.
Han transcurrido casi dos horas desde que salí de mi última clase del día de hoy, no aparece, comienzo a creer que no he de verla hoy, tome un riesgo al citarla aquí y al parecer no sirvió de nada, entre la una y las tres de la tarde habríamos de vernos, hace unos minutos fueron las tres, comienzo a quitarme los letreros que me pegué en la camiseta. Ella me había sugerido que me pegase un letrero que dijera “Soy Emmanuel” porque no me conoce, sólo por conversaciones electrónicas habíamos tenido contacto, hoy nos ‘conoceríamos’ formalmente y como debe de ser. Acepté ponerme esos letreros, pero ya pasó la hora convenida y no se ha presentado, el motivo de nuestro encuentro era que me entregaría unos ‘ochitos’, son las cosillas ésas que sirven para abrir las latas, sé hacer pulseras con ellos y era el gancho perfecto para al fin hablar con ella en persona.
Tres y cuarto, era la hora marcada por mi reloj, no llegó, comencé a guardar las cosas que había sacado para mostrarle, mis cuerdas, tijeras, ‘ochitos’, pulseras, etc. Hasta había hecho un caminito de ‘ochitos’ para que lo siguiera y me viera. Fue en vano, pensé, dejé de prestar atención a mi alrededor y cuando estaba a punto de cerrar mi mochila, y toda mi esperanza de verla y conocerle se había esfumado, la veo pasar, no supe qué hacer, y lentamente se dirigía hacia unas escaleras que se encontraban cinco metros al frente y a la derecha de mí. Sé que es ella, la descripción que me dió coincidía a la perfección, tez blanca, cabello castaño, delgada y lo más característico de ella era su estatura, muy pequeña.
No logré hacer ningún gesto pues la estaba admirando en esos momentos y no podía creer que en verdad la estaba viendo, realmente vino a conocerme, eso pensé, pero mi sorpresa fue terrible, al ver que subía por aquéllas escaleras sin haberme siquiera visto. Por observar cada detalle de ella, sus bellos ojos cafés, su delicada figura, sus rasgos faciales, fui recorriéndola con la mirada desde el tono castaño de sus cabellos, hasta los colores verdes de sus zapatos deportivos; pasando por el azul de su blusa, sus pantalones de mezclilla ligeramente acampanados, lo que más me llamó la atención de ella fue su rostro, me gustaba. Cuando recobré la voz, estaba casi fuera de mi alcance visual, solo pude gritar un ‘¡hey!’, después desapareció de mi vista, había subido al segundo piso y no se percató de mi presencia.
Es el final, hasta le grité y no vino conmigo, seguramente no era ella, ahora sí toda esperanza de conocer a esa persona ha desaparecido, me dije. Cerré mi mochila y me senté de nuevo en los escalones, pensando en qué había salido mal, estaba confundido, la descripción se amoldaba perfectamente a ella. No entendí lo que sucedía, pero estaba seguro que debía retirarme, es tarde y la hora acordada ha pasado.
En ese momento, cuando levanté mi mochila y me la eché al hombro, escuché un ‘¡hey!’ que provenía desde arriba, volteé, yo estaba sentado bajo una escalera, paralela y al frente de mí, estaba otra escalera, de ahí provenía la vocecilla, mi sorpresa fue grata al ver que la joven, que hacía unos instantes había visto, bajaba por los escalones y se dirigió hacia mí. Lentamente y con pasos inseguros se acercó y comenzamos a platicar…a conocernos.
“28 de Agosto”
La clase se torna aburrida, y he perdido el interés en lo que se dice, más que nada porque ya quiero salirme de éste salón, sólo espero el sonido de la alarma para ir hacia el mismo lugar al que me dirijo siempre, al salir de clase, hacia el punto de reunión de mis amigos y mío. Suena el timbre, la hora de clase ha terminado y cuando las últimas instrucciones de la maestra son dichas, me apresuro a llegar a las escaleras que están en aulas dos. Hoy tengo más prisa que de costumbre, tengo un encuentro planeado y estoy muy emocionado, he de conocer a una persona muy especial, lo sé.
¿Cómo estoy tan seguro de que semejante encuentro habrá de efectuarse? La verdad sólo confío en encontrarla, pero la idea de que lleguemos a platicar más de una hora me tiene muy emocionado. Llego al lugar acordado, las escaleras, yo suelo juntarme con mis amigos ahí, y ella acostumbra pasar por ahí, lo sé porque la he visto antes, la espero y para relajarme un poco platico con mis amigos.
Han transcurrido casi dos horas desde que salí de mi última clase del día de hoy, no aparece, comienzo a creer que no he de verla hoy, tome un riesgo al citarla aquí y al parecer no sirvió de nada, entre la una y las tres de la tarde habríamos de vernos, hace unos minutos fueron las tres, comienzo a quitarme los letreros que me pegué en la camiseta. Ella me había sugerido que me pegase un letrero que dijera “Soy Emmanuel” porque no me conoce, sólo por conversaciones electrónicas habíamos tenido contacto, hoy nos ‘conoceríamos’ formalmente y como debe de ser. Acepté ponerme esos letreros, pero ya pasó la hora convenida y no se ha presentado, el motivo de nuestro encuentro era que me entregaría unos ‘ochitos’, son las cosillas ésas que sirven para abrir las latas, sé hacer pulseras con ellos y era el gancho perfecto para al fin hablar con ella en persona.
Tres y cuarto, era la hora marcada por mi reloj, no llegó, comencé a guardar las cosas que había sacado para mostrarle, mis cuerdas, tijeras, ‘ochitos’, pulseras, etc. Hasta había hecho un caminito de ‘ochitos’ para que lo siguiera y me viera. Fue en vano, pensé, dejé de prestar atención a mi alrededor y cuando estaba a punto de cerrar mi mochila, y toda mi esperanza de verla y conocerle se había esfumado, la veo pasar, no supe qué hacer, y lentamente se dirigía hacia unas escaleras que se encontraban cinco metros al frente y a la derecha de mí. Sé que es ella, la descripción que me dió coincidía a la perfección, tez blanca, cabello castaño, delgada y lo más característico de ella era su estatura, muy pequeña.
No logré hacer ningún gesto pues la estaba admirando en esos momentos y no podía creer que en verdad la estaba viendo, realmente vino a conocerme, eso pensé, pero mi sorpresa fue terrible, al ver que subía por aquéllas escaleras sin haberme siquiera visto. Por observar cada detalle de ella, sus bellos ojos cafés, su delicada figura, sus rasgos faciales, fui recorriéndola con la mirada desde el tono castaño de sus cabellos, hasta los colores verdes de sus zapatos deportivos; pasando por el azul de su blusa, sus pantalones de mezclilla ligeramente acampanados, lo que más me llamó la atención de ella fue su rostro, me gustaba. Cuando recobré la voz, estaba casi fuera de mi alcance visual, solo pude gritar un ‘¡hey!’, después desapareció de mi vista, había subido al segundo piso y no se percató de mi presencia.
Es el final, hasta le grité y no vino conmigo, seguramente no era ella, ahora sí toda esperanza de conocer a esa persona ha desaparecido, me dije. Cerré mi mochila y me senté de nuevo en los escalones, pensando en qué había salido mal, estaba confundido, la descripción se amoldaba perfectamente a ella. No entendí lo que sucedía, pero estaba seguro que debía retirarme, es tarde y la hora acordada ha pasado.
En ese momento, cuando levanté mi mochila y me la eché al hombro, escuché un ‘¡hey!’ que provenía desde arriba, volteé, yo estaba sentado bajo una escalera, paralela y al frente de mí, estaba otra escalera, de ahí provenía la vocecilla, mi sorpresa fue grata al ver que la joven, que hacía unos instantes había visto, bajaba por los escalones y se dirigió hacia mí. Lentamente y con pasos inseguros se acercó y comenzamos a platicar…a conocernos.