La noche que el conocimiento llegó a casa
No sé qué edad tenía yo, pero eran menos de 4 años. No recuerdo toda la velada, sólo los colores claros de las paredes de la pequeña casa donde vivíamos, incluso recuerdo su tamaño original antes de que fuera ampliada.
Había una mesa en el comedor sobre la cual puso mi padre una caja (quizás fuesen varias) de esas de plástico que eran populares en las oficinas de los 80’s, que tienen pequeños paneles entre sus paredes, vaya que podrían parecer hechas de popotes cuadrados, translucidos.
Mamá me tenía en brazos mientras supervisaba que la caja fuese colocada con cuidado sobre su mesa, yo veía atento la escena sobre su hombro a través de un espejo que teníamos en la pared del comedor.
Casi podría afirmar que él usaba una camisa celeste, de un tono casi blanco o gris y unos pantalones obscuros y cafés; de los zapatos ni me pregunten porque los hombres no nos fijamos en esas cosas y menos cuando somos infantes.
“¡Tres enciclopedias gorda! Dos para él y la otra para nosotros” – no estoy seguro de que hayan sido sus palabras exactas, abogaré por la licencia literaria de inventar un poco. La enciclopedia de ellos la he visto en muchos lugares, como si fuera muy popular en esa década, una de tomos grises con un sello rojo. A mí me tocaron 2 colecciones de libros plagados de conocimientos, todos ilustrados por Disney: “Los tesoros del saber” y “Mi primera enciclopedia”. Es curioso que a mí me prometieron llevarme a disneylandia cuando tenía 8 años; esa promesa jamás se cumplió pero ahora que trabajo para Disney pude visitar el lugar más feliz sobre el planeta (20 años después).
Al abrir la caja me pusieron de pie sobre la mesa, para admirar esas pastas coloridas con personajes amigables sonrientes que guiarían mi camino hacia el saber. En tiempos en que el internet y las comunicaciones inmediatas no eran populares/accesibles en el país, previo al boom de los celulares, aprendí del mundo a través de esos libros. Primero por deberes escolares y después en su mayoría por ocio. Algo de culpa tenía Disney con esas fotos e ilustraciones en sus enciclopedias.
Estudiar e invertir en aprender algo es siempre bueno, positivo y de provecho - Era la idea que le pasara doña maría a sus 10 hijos, incluída la tía chayo quien esa noche comenzó a presionarme para aprender cuanto pudiera.