De los dos que me quedaban, de los dos que yo tenía
La canción esa de los diez perritos, era bastante cómica e ilustrativa en aquéllos días de infancia. Uno aprendía a contar hacia atrás, además de a recordar rimas y porqué no hasta un buen bailecito.
Hace poco escribí sobre la muerte triste de uno de los perritos que me regalaron, lamentablemente hoy me toca agregar a la lista de víctimas de los fríos al hermano mayor de "Canita", fue terrible verle a mediodía medio muerto, le obligué a tomar suero, leche y le embadurné el ocico con gerber de frutas y nada parecía animarlo. Intenté alimentarlo y se negó así que me vi obligado a abrirle por la fuerza la boca y vaciarle unos 10 ml de suero... esperé... y esperé de nuevo.
Comenzó a reaccionar y a moverse, como dolido, como queriendo morirse, pero al cabo de una hora ya estaba de pie, ya chillaba y ya no lo dejamos solo.
En la noche, por cuestiones laborales, le dejamos en la caja para que durmiera, era lo único que hacía. Seguimos dándole líquidos, suero y leche, pero se le veía triste, todo el tiempo.
Salí esa noche a un compromiso que me eché en hombros desde como el martes, y al regresar a mi casa, lo vi dormido en la caja frente al calentador que estaba en la sala. Yo no podía mantenerme despierto y pensé que en la mañana tendría que reanimarlo como el día anterior.
Error. Cuando desperté me avisaron que había muerto en la madrugada.
En una semana se me fueron los dos, hicimos todo todito lo que pudimos, pero siempre queda el sentir aquél de "pude haber hecho más"... Changos... habían alumbrado tanto y se nos fueron.
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