La semana pasada tuvo a lugar el concierto de Café Tacvba en nuestra querida ciudá de Monterrey. Yo esperaba el evento desde hacía meses y estuve más que contento de ir a bailotear y brinconear al ritmo de “la Ingrata”, “el aparato” y ¿porqué no? “La chilanga banda”.
El concierto en sí fue casi tan espectacular como aquél que dieran en la huasteca hace unos cuantos años atrás. Aquél fue inolvidable, magnífico, éste, excepcional. Lo mejor de todo lo que pudo haber pasa’o es que se tocaron excelentes melodías por tres horas exactas, segundos más, segundos menos.
Del disco nuevo tocaron muchas canciones, de los grandes éxitos, pues tocaron casi todos, ya que el aventárselos todos haría que en lugar de concierto fuera un festival dedicado enteramente a ellos, los tacubos.
La gran oscuridad, las luces que descendían como lluvia para hacer más privado el momento de las canciones lentas y románticas fueron un toque de descanso, reposo y carga de energía para lo que habría de ser el cierre del concierto. Yo fui acompañado de muy grandes amistades como lo son la bailandera, la maniwis Duarte, el primazo de mi vidaza y la parketina.
De toda la amalgama de canciones y el repertorio tan selectivo que disfruté esa noche, me quedo en definitiva con “Mediodía”. “El Baile y el Salón” y “Volver a Comenzar”. Aww… habría gozado mucho que tocaran “el aparato”, “las batallas” y “las persianas” pero eso sólo sería capricho mío.
¿Para el reven?: “La chica banda”… sin duda inmejorable sesión de baile y saltos, con todo y que habría de terminar de desquiciar mi tobillo ya dañado, me volví a falsear y obtuve un segundo esguince…
Mi noche terminó a las 4 de la mañana, recién regresaba del médico con una férula en el pie, tenía 2 horas para dormir y luego ir a presentar el examen ceneval (4 horas de examen seguidito).
Haber sabido que terminaría con un tobillo inservible y morado, habría llevado mejores tenis solamente, porque ese concierto y esa compañía, de camachito, no la cambiaba por nada que haya vivido antes.